La villa de Padrón es uno de los lugares más destacables de nuestra cultura. Según la tradición jacobea, en este lugar de la costa gallega fue donde los discípulos del apóstol Santiago amarraron, en una ara romana que aún hoy se conserva, la barca de piedra que conducía su cuerpo, una leyenda que fue empleada desde antiguo para explicar el propio nombre del ayuntamiento.
Pero esta villa fue también por una temporada el centro de nuestras letras, pues en una de las aldeas de la parroquia de Iria Flavia, residió desde 1883 hasta 1885 la figura a quién le debemos nuestro resurgir literario, Rosalía de Castro, junto con su marido, uno de los miembros fundadores de la Real Academia Galega y su primer presidente, Manuel Murguía. El lugar en que vivió Rosalía sus últimos años, convertido en museo desde hace más de medio siglo, se llama A Casa da Matanza.
Además del lugar de la feligresía de Iria Flavia, el Nomenclátor de Galicia recoge otros dos lugares así denominados en los ayuntamientos de Carballedo y de Paradela. Además, hay casi una treintena de microtopónimos recompilados en Galicia Nomeada que incluyen Matanza en su denominación.
La tradición oral no pudo resistirse a la semejanza del topónimo con el sustantivo del gallego común, sinónimo de hecatombe o de masacre, esto es, el ‘asesinato de un gran número de personas’. Muchas de estas Matanza toponímicas tienen asociada una leyenda popular que las relaciona con una batalla histórica muy cruenta. El propio Manuel Murguía dejó constancia en su obra Galicia de una hipotética lucha que mantuvo Rodrigo de Moscoso, arzobispo de Santiago de Compostela, quien tuvo que pelear contra sus mismos parientes, en un lugar cercano á Padrón, llamado la Matanza”.
En otros lugares así denominados, la tradición oral ligó el topónimo con batallas entre moros y cristianos. Así, en O Campo da Matanza da Esperela, en Baleira, se libró una batalla tan sangrienta en tiempos del rey Afonso II que la sangre de los muertos llegó hasta la iglesia, tal y como contó Amor Meilán. Esta leyenda traspasó la oralidad y quedó grabada en piedra, ya que la antigua casa consistorial del ayuntamiento tiene en su fachada un escudo heráldico en el que se puede ver un hombre a caballo matando a otro, con cadáveres a los pies del animal. Otra leyenda semejante es la que se cuenta a respeto de O Campo da Matanza de Conforto, en el ayuntamiento de A Pontenova. En este lugar, según el portal Galicia Encantada, “hubo una batalla muy grande cuando echaron a los moros de España”.
La tónica se repite en otros lugares fuera de nuestras fronteras, como Campo de la Matanza, entre las provincias de Alicante y Murcia, que ha suscitado varias leyendas sobre su origen, como también el lugar de la Matança en el ayuntamiento portugués de Fornos de Algodres, en A Serra da Estrela.
Ahora bien, ¿estas historias son acontecimientos reales que llegaron a nosotros a través de la transmisión oral o, en cambio, el topónimo Matanza no tiene nada que ver con ellas? Fernando Cabeza Quiles y Gonzalo Navaza opinan que no. El primer investigador propone que en el origen de este topónimo está en una raíz, tal vez preindoeuropea, *m’t con un significado de ‘protuberancia orográfica’, por lo que los diferentes topónimos Matanza harían referencia a lugares ubicados en un ‘monte de cumbre alargado’. El propio autor comenta que pudo comprobar in situ que estos lugares estaban “sobre alturas mas o menos grandes” rodeadas de terrenos más bajos y planos.
Por su parte, el profesor y académico Gonzalo Navaza rechaza los orígenes legendarios atribuidos a estos topónimos e incluso su asociación con lugares donde se hacía la matanza del cerdo, dado que alguno de los microtopónimos existentes designan lugares alejados de núcleos de población. Por tanto, decide incluirlo “con reservas” dentro de los fitotopónimos derivados de la forma mata (cfr. O Mato, A Mata, Matamá...) esto es, ‘conjunto o formación de plantas bajas, de tronco corto y con ramas desde la base’. Por tanto, serían lugares cuyo nombre hace referencia al matorral existente en ellos.
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