Un topónimo único con mucha historia, Moces

En otros artículos de la sección Detrás del nombre hemos insistido en la importancia de las atestiguaciones antiguas para acercarnos al significado originario de los topónimos. Esta premisa se convierte en esencial cuando estamos ante nombres de lugar únicos y aparentemente opacos, como Moces, aldea de la parroquia de Quins del municipio ourensano de Melón.

La clave para resolver estos enigmas toponímicos suele estar en las ocurrencias que encontramos de los topónimos en las fuentes medievales. Así, en la documentación del monasterio de Melón analizada por Cambón Súarez e incluida en el Corpus Documentale Latinum Gallaeciae, hallamos dos atestiguaciones muy relevantes para el caso que estamos estudiando: en 1228-1229 se menciona como “Moozis”; y tres décadas después, en 1254, aparece como “Moozes”.

La importancia de estas atestiguaciones reside en ese doble -o- que más adelante se simplificaría en el Moces actual. Este encuentro vocálico debió producirse en un primer estadio como consecuencia de la propia evolución de la lengua y posiblemente se originaría por la desaparición de una consonante en posición intervocálica que, según Gonzalo Navaza, debió de ser una -N-. El académico e investigador apunta hacia una forma originaria MONACHIS, ablativo plural de MONACHUS ‘monje’, y resalta la atestiguación de 1228 donde se menciona el “visum de Moozis”, un lugar que debía actuar como mirador o viso de los monjes del monasterio desde el que divisaban su propio territorio. 

La situación de la aldea llamada Moces, en lo alto de una ladera que desciende suavemente durante 5 kilómetros hasta el río Miño, puede servir como argumento para corroborar la hipótesis de Gonzalo Navaza.
 

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