Los cambios de los nombres de entidades de población es un hecho que documentamos en nuestra lengua desde tiempos pretéritos pero también en la actualidad. Hace unos años, los ayuntamientos coruñeses de Oza dos Ríos y Cesuras se fusionaron dando lugar a uno nuevo municipio y también a una retoponimización: Oza Cesuras. Este cambio estuvo motivado por un ajuste geográfico, pero las retoponimizaciones responden a muchos motivos. Entre ellos, el que más cultivo tuvo en nuestra geografía fue el eufemístico. Allariz cuenta con dos entidades que vivieron este proceso. Penaflor y Vilar de Flores.
Un cambio de topónimo por motivos eufemísticos se da cuando el nombre de una localidad es considerado poco apropiado o incluso insultante para sus pobladores. Este fue el caso de la actual Penaflor, aldea de la parroquia de Torneiros. Penaflor es el resultado de la galleguización por parte de la Comisión de Toponimia en los años ochenta del anterior Peñaflor, un topónimo cuyas primeras concurrencias documentales son del siglo XIX: así aparece incluido en el Nomenclátor de 1865 como lugar integrante de la parroquia de Torneiros formado por 30 edificaciones. Sin embargo, no hay rastro de él en el Diccionario geográfico y estadístico de Pascual Madoz, que es de una década anterior: no tiene entrada propia en el diccionario y tampoco aparece incluido como lugar de su parroquia. El motivo es que este lugar de Peñaflor se denominaba en 1850 Cabrón, nombre sí recogido por Madoz.
A pesar de desaparecer de manera oficial el nombre de Cabrón sustituido por el de Penaflor, aun permanece en la oralidad, pues las personas de más edad del entorno recuerdan el nombre por el que era conocido, tal y como señaló Gonzalo Navaza en la obra Fitotoponimia galega. Además, en diferentes mapas se señala con el nombre de O Coto Cabrón el monte que está situado a un lado del lugar de Penaflor.
Si en este caso claro está que el relevo del nombre original fue por motivos eufemísticos, no sabemos cuál fue el origen del topónimo Cabrón. En los diferentes repertorios onomásticos medievales se recoge el nombre personal de origen latino CAPRONIUS, mas también puede ser un zootopónimo sin más y mismo un sobrenombre de alguno de sus pobladores. Los testimonios más antiguos no nos resuelven la duda: “in loco qui dicitur Larea de Caprone” (1238) o “ipsam predictam leiram de Cabrones”(1257).
La otra retoponimización documentada en Allariz está en la parroquia de los Espiñeiros y tiene como protagonista, esta sí, un zootopónimo reconvertido en fitotopónimo. Como destaca el miembro del Seminario de Onomástica Antón Palacio en su artículo “Malos, Perros e Cas, topónimos interditos”, el cerdo es animal considerado impuro por judíos, musulmanes y cristianos, por lo que muchos de los topónimos que incluían este sustantivo en su forma sufrieron un cambio denominativo por motivos eufemísticos. Así, el lugar de Vilar de Porcos, documentado como “Uilar de Porocos” en 1302 o “Sancti Vereximi de Vilar de Porcos” en un documento de 1320, pasó a denominarse Vilar de Flores, nombre con el que conocemos en la actualidad esta localidad de Allariz y cuya retoponimización debió ser anterior a la de Cabrón, pues ya estaba plenamente operativa en el siglo XVIII como podemos comprobar en el Catastro de Ensenada. El sustantivo "porcos" del topónimo es posible que no hiciera referencia al animal impuro sino al "porco bravo", o sea, jabalí, pero tampoco se descarta la referencia a los hábitos de sus habitantes.
Se da la coincidencia de que, en Portugal, también existió en el ayuntamiento de Vila do Conde un Vilar de Porcos, retoponimizado también en un fitotopónimo, pues hoy es Vilar de Pinheiros.
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