¿Habría "bácoros" en Bacurín?

El cerdo es uno de los animales más importantes de la cultura tradicional gallega. De ahí la abundancia de denominaciones que existen a lo largo de nuestra geografía tanto para el animal adulto (cocho, marrán, rancho...) como para las crías (leitón, marrancho, reco, rello, relo...). Entre estas últimas, bácoro y bacoriño tienen más que semejanza fonética y morfológica con una de las aldeas que forman parte del Concello de Amoeiro, Bacurín. Pero no nos dejemos llevar por esta apariencia formal.

Bacurín es un topónimo que se registra como nombre de una aldea de la parroquia de Bóveda de Amoeiro y como nombre  de una parroquia en el concello de Lugo. Aunque la palabra del gallego común y estos topónimos difieren en la vocal pretónica, -o- en el sustantivo y -u- en los topónimos, los testimonios que encontramos de estos últimos en la documentación antigua sí coinciden: en un documento del Mosteiro de Oseira de 1473 se afora "huna cavadura que parte con a de Lionor de Bacorino”. Con anterioridad, en 1211 aparece citado el “monasterio Sanct Michaelis de Bacorin” en un documento de Vilar de Donas, cita que hace referencia a la actual iglesia parroquial del ayuntamiento lucense.

Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir que los topónimos Bacurín y palabra del gallego común bácoro y bacoriño están relacionadas, mas no de manera directa. Según Piel, Bacurín es un derivado onomástico a partir de *BACCORINUS en la forma posesiva, esto es, un sintagma que bien había podido ser una (UILLA) *BACCORINI. Segundo el propio Piel, sería un apodo que se aplicaría a la persona propietaria de los terrenos  y que, talvez, compartiera alguna de las “calidades” que solemos aplicar a los cerdos: el olor, la higiene, la actitud...

Más difícil es conocer cuál es el origen de la palabra del gallego común. Piel cree que es un término propio de las lenguas que se hablaban en la Gallaecia antes de la llegada del latín; sin embargo, Meyer-Lübke y García de Diego juzgan que se trata de una palabra de origen franco-germánico bakko ‘cerdo’, registrada en el galo.

En definitiva, estos topónimos vienen a decirnos que posiblemente los propietarios o fundadores de estas aldeas así llamadas llevaban este nombre por no ser unas personas muy aseadas.

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